Mamá: El lugar donde vamos a
vivir te va a gustar mucho. La casa está situada en el campo, a las afueras de Atlanta.
Como está muy lejos de la ciudad y de tu colegio, te vamos a comprar un coche…
Yo: ¡¿En serio?! ¡¿De verdad
me vais a comprar un coche?!
Mamá: Claro que sí. Cariño,
ya tienes 16 años. Yo creo que ya eres lo suficientemente responsable como para
tener coche propio, y espero que sepas comportarte como tal. No me defraudes
–me dedicó una sonrisa.
Yo: ¡Aww, gracias mamá!
¡Eres la mejor!
Mamá: Mmm… mamá es la mejor
cuando a ti te conviene. No sé si sentirme molesta o no…
Yo: No seas tonta. Y gracias
de verdad.
Mamá: No me las des a mí,
dáselas a tu padre. Fue él quien propuso la idea.
Yo: Okay. Te quiero, mamá.
Voy a ver qué tal va papá.
Me dirigí hacia el pasillo.
Oía a mi padre trajinando en la cocina.
Yo: Hey, papá.
Papá: ¿Qué tal, cielo?
Yo: Quería darte las
gracias.
Papá: ¿Las gracias? –parece
que no se entera.
Yo: Por lo del coche –le
expliqué.
Papá: ¡Ah, eso! Pues de
nada, cielo. Yo creo que te lo mereces. Además, ya es hora de que puedas ir a
donde quieras sin la necesidad de que te llevemos, ¿no crees? Y tengo entendido
que ahí ya te dejan conducir con 16 años.
Yo: De todas formas, gracias
otra vez.
Papá: Bueno, deja de
agradecérmelo y ve a poner la mesa.
Yo: Voy.
Comimos y llamamos a un taxi
para que nos llevase al aeropuerto. Eran las cuatro y media.
Mi madre revisó que todo
estaba listo, mi padre se dedicó a cerrar puertas y ventanas, y yo me acurruqué
en el sofá, deseando que todo fuese una mala pesadilla…
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