domingo, 5 de agosto de 2012

CAPÍTULO 10: "Gracias papá, gracias mamá"


Cuando llegamos al hotel, sentí que mis piernas no podían soportar más el peso de mi cuerpo. Tenía muchísimo sueño y no veía el momento de entrar en mi habitación y echarme una siesta…

Al día siguiente, vino mi madre a despertarme.

Mamá: Despierta, bella durmiente. Ya son las 2 de la tarde.

Yo: Aish, déjame dormir 5 minutos más. Además, hoy no tengo nada que hacer…

Mamá: ¿Cómo que no? Para empezar, hoy tenemos que ir a comprarte algo para que te lo pongas mañana.

Yo: ¿Mañana?

Mamá: Sí, mañana, sábado, 25 de junio. Cumpleaños. ¿No te suena de nada?

Yo: ¡Ah, sí, la fiesta de Charlie! ¿Mañana ya es sábado?

Mamá: Sí, y hoy tenemos que ir de compras.

Yo: Ayy, que pereza…

Mamá: No pretenderás salir a la calle con el pijama, ¿no? Así que venga, dúchate y cámbiate de ropa. En media hora vengo a buscarte.

Yo: En media hora no me da tiempo. Mejor en una hora.

Mamá: Corre, no tardes.

Yo: Ya voy…

Me duché en un tiempo récord. Me sequé el pelo y decidí abrir mis maletas para ver qué ropa ponerme.

Al final decidí ponerme esto:


Me alisé el pelo y me hice una coleta. Me miré en el espejo del baño. Puf, qué mal aspecto tenía. Me pinté la raya y me puse rímel; también me pinte un poco los labios. Bien, ahora voy mejor.

Salí de mi habitación con la intención de ir a la de mis padres, pero… ¡no sabía cuál era! Supuse que sería la de al lado, así que me acerqué a su puerta. Pero, ¿y si es la del otro lado?

En ese momento, la puerta se abrió y mi madre salió de dentro, casi tirándome al suelo.

Mamá: ¿Pero tú qué hacías allí fuera? ¡Haberme avisado de que ya estabas lista!

Yo: Pero es que no sabía cuál es vuestra habitación…

Mamá: Pues ahora ya lo sabes. La primera puerta a la derecha.

Yo: Ajá.

Mamá: Bueno, ¿vamos? Tu padre nos está esperando abajo.

¿Mi padre se viene de compras con nosotras? Qué raro. Él ODIA ir de compras. En fin. Dejé de darle vueltas al asunto y seguí a mi madre hasta el ascensor.

Mi padre nos estaba esperando en la entrada del hotel. En las manos llevaba una caja de regalo rosa con un pomposo lazo y… ¿una cinta negra? Bueno, no sé si era una cinta negra, no lo pude ver bien porque, en cuanto mi padre me vio, se acercó a mí y me tapó los ojos. (Vale, sí era una cinta negra.)

Entonces, me cogieron de la mano y me empezaron a guiar. Yo no paraba de preguntar a dónde me estaban llevando, pero ninguno de los dos me contestaba. Tras doblar varias esquinas, por fin nos detuvimos. Entonces me quitaron la venda y me enseñaron la caja.


No era una cajita muy grande. La agité; dentro sonaba algo metálico.

Yo: ¿Para qué me dais un regalo ahora? ¡Si mi cumpleaños ya ha pasado!

Papá: Ábrelo.

Yo: ¿Para qué me traéis aquí?

Papá: Tú solo ábrelo.

Al parecer no querían responder a mis preguntas. Bueno. Mi madre tenía una sonrisa de oreja a oreja. Terminé abriendo la caja.

Había una llave, algo así:


Me di la vuelta y allí lo vi:


Sí, era un coche. Mi coche.

Yo: …

Mamá: ¿Y? ¿No vas a decir nada?

Yo: …

Papá: ¿No te gusta?

Yo: ¿Qué no me gusta? ¡Es perfecto! El modelo, el color… ¡me encanta! ¡GRACIAS PAPÁ, GRACIAS MAMÁ!

Mamá: Bueno, ahora solo tienes que sacarte el carnet de conducir.

Yo: Ajá...

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