Cuando llegamos al hotel,
sentí que mis piernas no podían soportar más el peso de mi cuerpo. Tenía
muchísimo sueño y no veía el momento de entrar en mi habitación y echarme una
siesta…
Al día siguiente, vino mi
madre a despertarme.
Mamá: Despierta, bella
durmiente. Ya son las 2 de la tarde.
Yo: Aish, déjame dormir 5
minutos más. Además, hoy no tengo nada que hacer…
Mamá: ¿Cómo que no? Para
empezar, hoy tenemos que ir a comprarte algo para que te lo pongas mañana.
Yo: ¿Mañana?
Mamá: Sí, mañana, sábado, 25
de junio. Cumpleaños. ¿No te suena de nada?
Yo: ¡Ah, sí, la fiesta de
Charlie! ¿Mañana ya es sábado?
Mamá: Sí, y hoy tenemos que
ir de compras.
Yo: Ayy, que pereza…
Mamá: No pretenderás salir a
la calle con el pijama, ¿no? Así que venga, dúchate y cámbiate de ropa. En
media hora vengo a buscarte.
Yo: En media hora no me da
tiempo. Mejor en una hora.
Mamá: Corre, no tardes.
Yo: Ya voy…
Me duché en un tiempo
récord. Me sequé el pelo y decidí abrir mis maletas para ver qué ropa ponerme.
Al final decidí ponerme
esto:
Me alisé el pelo y me hice
una coleta. Me miré en el espejo del baño. Puf, qué mal aspecto tenía. Me pinté
la raya y me puse rímel; también me pinte un poco los labios. Bien, ahora voy
mejor.
Salí de mi habitación con la
intención de ir a la de mis padres, pero… ¡no sabía cuál era! Supuse que sería
la de al lado, así que me acerqué a su puerta. Pero, ¿y si es la del otro lado?
En ese momento, la puerta se
abrió y mi madre salió de dentro, casi tirándome al suelo.
Mamá: ¿Pero tú qué hacías
allí fuera? ¡Haberme avisado de que ya estabas lista!
Yo: Pero es que no sabía
cuál es vuestra habitación…
Mamá: Pues ahora ya lo
sabes. La primera puerta a la derecha.
Yo: Ajá.
Mamá: Bueno, ¿vamos? Tu
padre nos está esperando abajo.
¿Mi padre se viene de
compras con nosotras? Qué raro. Él ODIA ir de compras. En fin. Dejé de darle
vueltas al asunto y seguí a mi madre hasta el ascensor.
Mi padre nos estaba
esperando en la entrada del hotel. En las manos llevaba una caja de regalo rosa
con un pomposo lazo y… ¿una cinta negra? Bueno, no sé si era una cinta negra,
no lo pude ver bien porque, en cuanto mi padre me vio, se acercó a mí y me tapó
los ojos. (Vale, sí era una cinta negra.)
Entonces, me cogieron de la
mano y me empezaron a guiar. Yo no paraba de preguntar a dónde me estaban
llevando, pero ninguno de los dos me contestaba. Tras doblar varias esquinas,
por fin nos detuvimos. Entonces me quitaron la venda y me enseñaron la caja.
No era una cajita muy
grande. La agité; dentro sonaba algo metálico.
Yo: ¿Para qué me dais un
regalo ahora? ¡Si mi cumpleaños ya ha pasado!
Papá: Ábrelo.
Yo: ¿Para qué me traéis
aquí?
Papá: Tú solo ábrelo.
Al parecer no querían
responder a mis preguntas. Bueno. Mi madre tenía una sonrisa de oreja a oreja.
Terminé abriendo la caja.
Había una llave, algo así:
Me di la vuelta y allí lo
vi:
Sí, era un coche. Mi coche.
Yo: …
Mamá: ¿Y? ¿No vas a decir
nada?
Yo: …
Papá: ¿No te gusta?
Yo: ¿Qué no me gusta? ¡Es
perfecto! El modelo, el color… ¡me encanta! ¡GRACIAS PAPÁ, GRACIAS MAMÁ!
Mamá: Bueno, ahora solo
tienes que sacarte el carnet de conducir.
Yo: Ajá...
adoro el carro
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