¡Amanece un nuevo día en
Atlanta! Hoy me siento feliz, sobre todo cuando recuerdo lo que pasó ayer.
Después del beso, recibí
un mensaje de mi madre diciéndome que ya estaban en NUESTRA casa, y que no me
pasase por el hotel. Así que Justin me llevó a mi nueva casa.
Miré a mi alrededor. Sí,
así era mi nueva habitación.
Y así será la habitación
en la que me despierte los próximos 10 años. Porque no creo que nos vayamos a
mudar de casa otra vez. O al menos yo no lo voy a permitir.
Ya sé que la habitación
parece muy infantil, pero es que yo soy así. Tengo la mentalidad de una niña
pequeña, y adoro ese toque a “casita de muñecas” que tiene mi habitación. Y me
encantan todos los peluches tirados por allí. Y el contaste del blanco con el
dorado es ideal. En fin, que mis padres han hecho que mi habitación sea
absolutamente perfecta.
Suspiré. Hoy me siento
especialmente feliz. Tengo el presentimiento de que va a ser el mejor día de mi
vida. Y más o menos así fue.
Por la mañana fui de
compras con Charlie; comimos fuera y, más tarde, Jodie se unió a nuestro día de
chicas. Fuimos a casa de Charlie, nos pusimos una mascarilla y, mientras tanto,
nos fuimos pintando las uñas.
Por la noche, volví a
casa y recibí una llamada de Tiffany. ¿Os acordáis de Tiffany? Sí, mi mejor
amiga de Londres. Estuvimos hablando durante varias horas. La diferencia
horaria era un problema, ya que cuando aquí vamos a cenar, en Londres están
comiendo el almuerzo.
Tiffany: Bueno, cuéntame.
¿Qué tal en Atlanta?
Yo: Nada especial.
Tiffany: ¿Le has echado
el ojo encima a algún chico?
Yo: No.
Tiffany: ¿Y algún chico
se ha interesado por ti?
Yo: No.
Tiffany: Entonces, ¿qué
has estado haciendo todos estos días? ¡Atlanta está lleno de chicos! Aunque yo
solo quiero conocer a un canadiense que está en Atlanta…
Yo: ¿Quién?
Tiffany: ¡¿Cómo que
quién?! ¡¡Pues Justin Bieber!! ¿Quién va a ser si no?
Ah, claro, se me
olvidaba. Tiffany AMA a Justin. A veces se pone muy pesada con ese tema. Es
capaz de recitarte su biografía entera sin ni siquiera pestañear, puede
cantarte todas sus canciones de principio a fin, puede decirte en qué momento
dijo tal frase y la ropa que llevaba cuando lo dijo… En fin, ya me entendéis.
Yo: Ahh, sí.
Tiffany: ¿Dónde estás
ahora mismo?
Yo: En mi nueva casa.
Acabamos de mudarnos aquí.
Tiffany: ¿Acabáis? ¡Pero
si casi ha pasado una semana desde que llegasteis a Atlanta!
Yo: Sí, bueno, es una
larga historia…
Estuvimos hablando hasta
altas horas de la madrugada, hasta que mi móvil se quedó sin batería y no
pudimos seguir hablando; de lo contrario, habríamos estado hablando toda la
noche, ya que había mucho que contar. Se notaba que nos echábamos de menos.
Al día siguiente, quedé
con Justin para ir a ver una película. Me apetecía pasar más tiempo con él,
aunque fuese sólo como amigos. Me sentía segura y protegida a su lado. Era una
sensación agradable.
Me desperté pronto. Al
parecer, no había nadie en casa.
Empecé a arreglarme. Quería
ponerme un vestido negro que me había regalado mi madre, pero necesitaba
ponerme algo encima porque el vestido era demasiado atrevido y escotado para mí.
Así que fui a su armario para buscar algo.
Estuve un buen rato mirando
en los distintos cajones de la cómoda, pero no encontré nada. Al abrir la
puerta del armario, una hoja se cayó al suelo. Lo recogí y lo miré con
curiosidad.
Ponía “Acta de divorcio”.
¿Divorcio? ¿Quién se va a divorciar? Miré un poco más abajo, y vi el nombre de
mis padres. ¡¿MIS PADRES SE VAN A DIVORCIAR?! ¿¿Y CUÁNDO PENSABAN EN
DECÍRMELO?? ¿El día en que uno de los dos coja sus maletas y se marche para
siempre?
Estaba confusa. ¡Esto no
puede ser verdad! Mis padres se quieren. ¡Se quieren mucho! ¡¿Cómo es que de un
día para otro se divorcian?! ¡¡Esto no puede ser real!! Se me humedecieron los
ojos. El hecho de que me lo hayan estado ocultando todo éste tiempo me duele
más que una puñalada en el estómago. ¿Por qué…?
Entonces, oí cómo alguien
abría la puerta principal, así que cogí la hoja y me subí hasta mi cuarto, dando
un portazo. Me tumbé bocabajo sobre la cama y empecé a sollozar.
Unos minutos después, oí
a mi madre llamar a la puerta de mi habitación. Me sequé las lágrimas y procuré
que mi voz sonase normal.
Yo: ¿Qué?
Mamá: He oído un portazo.
¿Va todo bien?
Yo: Sí… -dije con un hilo
de voz.
Mamá: ¿Qué ha pasado?
Yo: Nada, sólo siento que
no soy una persona normal con una vida normal –dije con la voz entrecortada.
Mamá: ¿Estás llorando?
Yo: ¡¿Y A TI QUÉ TE
IMPORTA?!
Mamá: Las hijas normales
demuestran un poquito más de respeto hacia sus madres.
Yo: ¡¡Y LAS MADRES
NORMALES NO OCULTAN SU DIVORCIO A SUS HIJAS!!
Mamá: ¿¿Cómo lo sabes??
Me levanté de la cama y
abrí la puerta bruscamente.
Yo: ¡¡POR ÉSTO!!
Le puse la hoja delante
de sus narices.
Mamá: Lo siento,
pretendíamos contártelo, pero en el momento adecuado.
Yo: ¡¿Y cuándo consideras
que es el momento adecuado?! ¡¡Porque estoy impaciente por saber cómo es que os
habéis divorciado sin decírmelo!!
Mamá: Yo… yo… -agachó la
cabeza, pero pude ver cómo una lágrima resbaló por su mejilla. Me dolía verla
sufrir, pero yo también estoy sufriendo por su culpa.
Las palabras no salían de
su boca. Ella cogió la hoja, y lo único que pudo hacer fue darse la vuelta e
irse.
Yo también me di la
vuelta y me metí en mi cuarto.
Hundí la cabeza en la
almohada y empecé a llorar. Lloré todo lo que pude; lloré hasta que los ojos se
me hincharon tanto que casi iban a explotar; lloré hasta que se me secaron las
lágrimas y terminé por dormirme de nuevo.
La música del móvil me
despertó. Miré el identificador de llamadas. Era Justin. Mierda, habíamos
quedado. La verdad es que ahora no me apetecía hacer nada más.
Yo: ¿Sí?
Justin: ¿Dónde estás?
¡Llevo una hora esperándote en el cine!
Yo: Justin, lo siento, no
puedo ir. ¿Podemos quedar otro día?
Justin: ¿Ha pasado algo
en tu casa? Se te nota la voz ronca.
Yo: No me apetece hablar
de ello ahora…
Justin: Ah, vale. Entonces,
nos vemos.
Yo: Adiós.
Colgué y dejé el móvil
sobre la mesa. Tenía hambre, pero no quería bajar a la cocina y encontrarme de
nuevo con mi madre. No quería discutir con ella, me dolía muchísimo verla
llorando así.
Decidí salir a desayunar
fuera. Así que me puse una sudadera y unas Nike, y metí en un bolso todo lo que
iba a necesitar (móvil, dinero, llaves).
Me miré al espejo. ¡Dios!
A cualquiera que me vea le va a dar un infarto.
Me había vestido así:
Demasiado sencillo para
mi gusto, pero es que hoy no tenía ganas de hacer nada. Me hice un moño, me
mojé la cara, me aseguré de disimular mis ojeras, y salí de mi habitación. Me
sentí como un ninja intentando escapar de esta cárcel sin hacer ruido, para
evitar que mi madre me haga preguntas.
Por fin conseguí salir a
la calle. Crucé a la acera de enfrente y me senté en el bordillo para pensar a
dónde voy ahora.
Entonces, vi acercarse
por la calle a un coche. Pero no un coche cualquiera. Era un coche que relucía
bajo el sol, un coche en el que te podías ver reflejado. Era el coche de
Justin.
Me escondí detrás de unos
arbustos. No quería que me viese con esas pintas. Le observé desde mi
escondite.
Justin se acercó a mi
casa y llamó al timbre. Esperó. Esperó. Siguió esperando. Volvió a llamar al
timbre. Entonces, la puerta se abrió y apareció mi madre tras ella. Tenía los
ojos rojos. Justin se dio cuenta de que algo iba mal. Ambos entraron en mi casa
y cerraron la puerta.
Mierda. O sea que ahora
Justin está en mi casa, y yo fuera, sin saber a dónde ir.
Empecé a caminar sin
rumbo fijo, siguiendo a las personas que pasaban, mirando las cosas que me
rodeaban, pensando en todo… Estuve caminando varias horas, hasta que me paré
frente al escaparate de una pastelería. Entré y me compré varios croissants
rellenos de chocolate. Al salir de la pastelería, me di cuenta de que no tenía
ni idea de dónde estaba.
Yo no habría salido por la puerta, sino por la ventana. En plan atando las sábanas unas a otras. Así da más emoción...
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