domingo, 23 de septiembre de 2012

CAPÍTULO 23: "La felicidad siempre tiene un fin"


¡Amanece un nuevo día en Atlanta! Hoy me siento feliz, sobre todo cuando recuerdo lo que pasó ayer.

Después del beso, recibí un mensaje de mi madre diciéndome que ya estaban en NUESTRA casa, y que no me pasase por el hotel. Así que Justin me llevó a mi nueva casa.

Miré a mi alrededor. Sí, así era mi nueva habitación.


Y así será la habitación en la que me despierte los próximos 10 años. Porque no creo que nos vayamos a mudar de casa otra vez. O al menos yo no lo voy a permitir.

Ya sé que la habitación parece muy infantil, pero es que yo soy así. Tengo la mentalidad de una niña pequeña, y adoro ese toque a “casita de muñecas” que tiene mi habitación. Y me encantan todos los peluches tirados por allí. Y el contaste del blanco con el dorado es ideal. En fin, que mis padres han hecho que mi habitación sea absolutamente perfecta.

Suspiré. Hoy me siento especialmente feliz. Tengo el presentimiento de que va a ser el mejor día de mi vida. Y más o menos así fue.

Por la mañana fui de compras con Charlie; comimos fuera y, más tarde, Jodie se unió a nuestro día de chicas. Fuimos a casa de Charlie, nos pusimos una mascarilla y, mientras tanto, nos fuimos pintando las uñas.

Por la noche, volví a casa y recibí una llamada de Tiffany. ¿Os acordáis de Tiffany? Sí, mi mejor amiga de Londres. Estuvimos hablando durante varias horas. La diferencia horaria era un problema, ya que cuando aquí vamos a cenar, en Londres están comiendo el almuerzo.

Tiffany: Bueno, cuéntame. ¿Qué tal en Atlanta?

Yo: Nada especial.

Tiffany: ¿Le has echado el ojo encima a algún chico?

Yo: No.

Tiffany: ¿Y algún chico se ha interesado por ti?

Yo: No.

Tiffany: Entonces, ¿qué has estado haciendo todos estos días? ¡Atlanta está lleno de chicos! Aunque yo solo quiero conocer a un canadiense que está en Atlanta…

Yo: ¿Quién?

Tiffany: ¡¿Cómo que quién?! ¡¡Pues Justin Bieber!! ¿Quién va a ser si no?

Ah, claro, se me olvidaba. Tiffany AMA a Justin. A veces se pone muy pesada con ese tema. Es capaz de recitarte su biografía entera sin ni siquiera pestañear, puede cantarte todas sus canciones de principio a fin, puede decirte en qué momento dijo tal frase y la ropa que llevaba cuando lo dijo… En fin, ya me entendéis.

Yo: Ahh, sí.

Tiffany: ¿Dónde estás ahora mismo?

Yo: En mi nueva casa. Acabamos de mudarnos aquí.

Tiffany: ¿Acabáis? ¡Pero si casi ha pasado una semana desde que llegasteis a Atlanta!

Yo: Sí, bueno, es una larga historia…

Estuvimos hablando hasta altas horas de la madrugada, hasta que mi móvil se quedó sin batería y no pudimos seguir hablando; de lo contrario, habríamos estado hablando toda la noche, ya que había mucho que contar. Se notaba que nos echábamos de menos.

Al día siguiente, quedé con Justin para ir a ver una película. Me apetecía pasar más tiempo con él, aunque fuese sólo como amigos. Me sentía segura y protegida a su lado. Era una sensación agradable.

Me desperté pronto. Al parecer, no había nadie en casa.

Empecé a arreglarme. Quería ponerme un vestido negro que me había regalado mi madre, pero necesitaba ponerme algo encima porque el vestido era demasiado atrevido y escotado para mí. Así que fui a su armario para buscar algo.

Estuve un buen rato mirando en los distintos cajones de la cómoda, pero no encontré nada. Al abrir la puerta del armario, una hoja se cayó al suelo. Lo recogí y lo miré con curiosidad.



Ponía “Acta de divorcio”. ¿Divorcio? ¿Quién se va a divorciar? Miré un poco más abajo, y vi el nombre de mis padres. ¡¿MIS PADRES SE VAN A DIVORCIAR?! ¿¿Y CUÁNDO PENSABAN EN DECÍRMELO?? ¿El día en que uno de los dos coja sus maletas y se marche para siempre?

Estaba confusa. ¡Esto no puede ser verdad! Mis padres se quieren. ¡Se quieren mucho! ¡¿Cómo es que de un día para otro se divorcian?! ¡¡Esto no puede ser real!! Se me humedecieron los ojos. El hecho de que me lo hayan estado ocultando todo éste tiempo me duele más que una puñalada en el estómago. ¿Por qué…?

Entonces, oí cómo alguien abría la puerta principal, así que cogí la hoja y me subí hasta mi cuarto, dando un portazo. Me tumbé bocabajo sobre la cama y empecé a sollozar.

Unos minutos después, oí a mi madre llamar a la puerta de mi habitación. Me sequé las lágrimas y procuré que mi voz sonase normal.

Yo: ¿Qué?

Mamá: He oído un portazo. ¿Va todo bien?

Yo: Sí… -dije con un hilo de voz.

Mamá: ¿Qué ha pasado?

Yo: Nada, sólo siento que no soy una persona normal con una vida normal –dije con la voz entrecortada.

Mamá: ¿Estás llorando?

Yo: ¡¿Y A TI QUÉ TE IMPORTA?!

Mamá: Las hijas normales demuestran un poquito más de respeto hacia sus madres.

Yo: ¡¡Y LAS MADRES NORMALES NO OCULTAN SU DIVORCIO A SUS HIJAS!!

Mamá: ¿¿Cómo lo sabes??

Me levanté de la cama y abrí la puerta bruscamente.

Yo: ¡¡POR ÉSTO!!

Le puse la hoja delante de sus narices.

Mamá: Lo siento, pretendíamos contártelo, pero en el momento adecuado.

Yo: ¡¿Y cuándo consideras que es el momento adecuado?! ¡¡Porque estoy impaciente por saber cómo es que os habéis divorciado sin decírmelo!!

Mamá: Yo… yo… -agachó la cabeza, pero pude ver cómo una lágrima resbaló por su mejilla. Me dolía verla sufrir, pero yo también estoy sufriendo por su culpa.

Las palabras no salían de su boca. Ella cogió la hoja, y lo único que pudo hacer fue darse la vuelta e irse.

Yo también me di la vuelta y me metí en mi cuarto.

Hundí la cabeza en la almohada y empecé a llorar. Lloré todo lo que pude; lloré hasta que los ojos se me hincharon tanto que casi iban a explotar; lloré hasta que se me secaron las lágrimas y terminé por dormirme de nuevo.

La música del móvil me despertó. Miré el identificador de llamadas. Era Justin. Mierda, habíamos quedado. La verdad es que ahora no me apetecía hacer nada más.

Yo: ¿Sí?

Justin: ¿Dónde estás? ¡Llevo una hora esperándote en el cine!

Yo: Justin, lo siento, no puedo ir. ¿Podemos quedar otro día?

Justin: ¿Ha pasado algo en tu casa? Se te nota la voz ronca.

Yo: No me apetece hablar de ello ahora…

Justin: Ah, vale. Entonces, nos vemos.

Yo: Adiós.

Colgué y dejé el móvil sobre la mesa. Tenía hambre, pero no quería bajar a la cocina y encontrarme de nuevo con mi madre. No quería discutir con ella, me dolía muchísimo verla llorando así.

Decidí salir a desayunar fuera. Así que me puse una sudadera y unas Nike, y metí en un bolso todo lo que iba a necesitar (móvil, dinero, llaves).

Me miré al espejo. ¡Dios! A cualquiera que me vea le va a dar un infarto.

Me había vestido así:



Demasiado sencillo para mi gusto, pero es que hoy no tenía ganas de hacer nada. Me hice un moño, me mojé la cara, me aseguré de disimular mis ojeras, y salí de mi habitación. Me sentí como un ninja intentando escapar de esta cárcel sin hacer ruido, para evitar que mi madre me haga preguntas.

Por fin conseguí salir a la calle. Crucé a la acera de enfrente y me senté en el bordillo para pensar a dónde voy ahora.

Entonces, vi acercarse por la calle a un coche. Pero no un coche cualquiera. Era un coche que relucía bajo el sol, un coche en el que te podías ver reflejado. Era el coche de Justin.

Me escondí detrás de unos arbustos. No quería que me viese con esas pintas. Le observé desde mi escondite.

Justin se acercó a mi casa y llamó al timbre. Esperó. Esperó. Siguió esperando. Volvió a llamar al timbre. Entonces, la puerta se abrió y apareció mi madre tras ella. Tenía los ojos rojos. Justin se dio cuenta de que algo iba mal. Ambos entraron en mi casa y cerraron la puerta.

Mierda. O sea que ahora Justin está en mi casa, y yo fuera, sin saber a dónde ir.

Empecé a caminar sin rumbo fijo, siguiendo a las personas que pasaban, mirando las cosas que me rodeaban, pensando en todo… Estuve caminando varias horas, hasta que me paré frente al escaparate de una pastelería. Entré y me compré varios croissants rellenos de chocolate. Al salir de la pastelería, me di cuenta de que no tenía ni idea de dónde estaba.

1 comentario:

  1. Yo no habría salido por la puerta, sino por la ventana. En plan atando las sábanas unas a otras. Así da más emoción...

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