domingo, 16 de septiembre de 2012

CAPÍTULO 19: "Encuentros inesperados, lágrimas, dolor"


Justin: De todas formas, ¿te lo vas a quedar? Sonrió de oreja a oreja.

Yo: Mmm…

Justin: Por favor…

Yo: Vale, pero sólo porque así te vas a callar y me vas a dejar en paz, ¿verdad?

Justin asintió con la cabeza sin perder la sonrisa.

Yo: Bueno, me tengo que ir. Gracias por esto –agité el móvil en el aire y me di la vuelta, metiéndolo de nuevo en la caja.

Me dirigí hacia la habitación de mis padres mientras oía cómo los pasos de Justin se alejaban en la dirección opuesta.

Mamá: ¿Estás lista, cariño?

Yo: Ehh, sí.

Mamá: ¿Has cogido el móvil?

Yo: Respecto a eso… Ya no hace falta que llevemos a arreglar el otro móvil…

Mamá: ¿El otro?

Abrí la caja y se lo enseñé.

Mamá: ¿Quién te lo ha regalado? No me digas que te lo has comprado tú misma y lo has envuelto con un lazo de regalo…

Yo: Me lo acaba de regalar Justin.

Mamá: ¿Justin? ¿Qué Justin? ¿El mismo que, según tú, estropeó el móvil?

Yo: Sí, Justin Bieber…

Mamá: ¡Justin Bieber! ¡No me habías dicho que ese tal Justin era Justin Bieber!

Yo: Ahora ya lo sabes…

Mamá: Mira lo buen chico que es. Te ha comprado un móvil nuevo, y eso que no fue su culpa lo que pasó con el otro.

Yo: Lo ha hecho para limpiar su conciencia…

Mamá: No seas mala y agradece que te haya comprado un móvil nuevo. Y éste que no se te vuelva a estropear. La próxima vez no habrá nadie que te compre uno nuevo, ¿entendido?

Yo: Venga, mamá, que ya quiero estrenar coche –dije mientras empezaba a caminar hacia el ascensor.

Mamá: ¿Estrenar? ¡No, señorita! Vas a practicar con mi coche. Ese ya es una chatarra con ruedas, no me importa que lo rayes. Pero que ni se te ocurra conducir con el tuyo antes de sacarte el carnet . No me fío de ti. Eres capaz de convertirlo en un trozo de metal aplastado en menos de una semana.

Yo: Claro, y cuando yo haya desmontado el tuyo pieza por pieza, tu tendrás una buena excusa para comprarte un coche nuevo…

Mamá: Sí… -ya habíamos llegado hasta el coche, así que yo me senté en el asiento del conductor y me puse el cinturón. Ajusté el asiento y el espejo retrovisor. Revisé el lugar en el estaba que el cambio de marcha y cada pedal, poniendo mis pies sobre el freno y el acelerador. Mi madre me recordó un poco las instrucciones… bla bla bla… mirar antes de avanzar… bla bla bla… respetar las señales de tráfico… bla bla bla…

Terminado el largo discurso, pisé con la punta del zapato el acelerador y el coche empezó a moverse. Mientras intentaba salir de allí, me di cuenta de que no pisaba bien. Entonces me di cuenta de que me había puesto tacones para conducir. ¡Pero qué tonta soy!

Yo: Mamá, necesito parar.

Mamá: ¿Por qué? ¡Pero si de momento vas de maravilla!

Yo: No es eso. Es que no puedo pisar bien con estos zapatos.

Mamá: ¿Quieres que vayamos al centro comercial y te compre unas zapatillas planas? A mí también se me olvidó avisarte. Lo mejor es llevar siempre algo cómodo para conducir. Aunque no conjunte con la ropa que llevas, te lo pones sólo en el coche y luego lo dejas en la guantera. Yo hacía eso antes.

Yo: Sí, por favor, con esto se me resbala el pie –me quité los tacones aprovechando un semáforo en rojo y los tiré en el asiento de atrás.- Mucho mejor.

Seguí conduciendo descalza hasta que llegamos y aparcamos. Entonces recogí mis zapatos, me los puse y salí del coche. Mi madre salió detrás de mí y cerró la puerta.

Estuvimos un buen rato probándonos zapatos y zapatillas, hasta que por fin encontré las ideales. Compramos esas zapatillas y también unas supras moradas de las que me enamoré.


Dimos un par de vueltas por el centro comercial, pero no compramos nada más. Al salir de una tienda, me encontré con… bueno, no puedo describirlo con palabras, sólo con imágenes.





El corazón se me partió en dos, empecé a derramar lágrimas, tenía ganas de chillar como una loca… pero me contuve. No debería de sentir eso, él no está saliendo conmigo así que puede hacer lo que quiera con otras chicas. Es su vida, no me debería de importar. Pero es que duele tanto verle con otra…

No podía parar de llorar, todo el mundo me estaba mirando, mi madre se estaba empezando a preocupar y no paraba de preguntarme que qué me pasaba. Yo no podía reaccionar, no podía hacer nada. Sólo mirarles fijamente y sentir cómo mi corazón se rompía un poquito más.



Entonces él giró la cabeza y nuestras miradas se cruzaron. No pude soportar más tanto dolor y eché a correr. Y no paré hasta que me aseguré de estar bien lejos.

Me senté en el suelo y empecé a llorar. Lloré todo lo fuerte que pude soltando todo el dolor acumulado, me desahogué dándole patadas al suelo hasta que me empezaron a doler los pies, y grité, grité silenciosamente como nunca lo he hecho.

Cuando me quedé sin lágrimas para llorar y mi voz no me permitió gritar más, me acurruqué en una esquina poco concurrida del centro comercial y comencé a tiritar. Había empezado a hacer frío, así que me hice un ovillo encogiéndome todo lo que podía.

En ese momento, sentí el calor de una chaqueta sobre mis hombros. Levanté la mirada y vi al chico que conocí en casa de Charlie, Christian.

Christian: Bonnie, ¿verdad?

Yo: Te acuerdas de mí… -dije intentando sonreír, pero no tuve mucho éxito.

Christian: Yo soy Christian, por si no te lo han dicho.

Yo: Gracias por la chaqueta –quise dar conversación para no parecer una estúpida antisocial, pero no me salía la voz.

Christian: Dime, ¿cómo es que estás sola, aquí, sentada en una esquina?

Yo: … -no sabía muy bien cómo responder a esa pregunta, pero mis ojos enrojecidos e hinchados lo dijeron todo.

Christian: Bueno, no importa. ¿Quieres ir a tomar algo?

Yo: Claro.

Él me ayudó a levantarme y nos dirigimos al Starbucks. Por el camino me encontré a mi madre, que debía de haberse recorrido todo el centro comercial buscándome. Supongo que le debo una explicación.

Ella vino corriendo hacia mí. Se la veía preocupada y enfadada a la vez.

Mamá: ¡¿Se puede saberse dónde te habías metido?! ¡¡Te he buscado por todas partes!!

Yo: Mamá, te lo puedo explicar…

Mamá: ¡¿Sabes lo preocupada que estaba?! ¡¡Casi llamo a la policía!!

Yo: Lo siento, de verdad. No volverá a pasar.

Mamá: ¡Más te vale! –empezó a calmarse un poco.- Te llevaré a casa.

Christian: Puedo llevarla yo a casa… -dudó durante un instante- …si a usted le parece bien…

Mi madre me dirigió una mirada interrogante.

Yo: Mamá, éste es Christian… un amigo de Charlie –no sabía cómo presentarle para que a mi madre le causase una buena impresión, así que opté por esa opción.- Habíamos pensado en ir al Starbucks a tomar algún aperitivo.

Mamá: Ahh, bueno, pero no vuelvas muy tarde. –se acercó a Christian y le dio dos besos.- Encantada de conocerte.

Christian: Igualmente, señora Johnson.

Mamá: Oh, por favor, llámame Christie.

Christian: Como usted quiera.

Mamá: No me trates de usted, me hace sentirme vieja.

Yo: Venga, mamá, vete que papá te debe de estar esperando.

Mamá: Vale, ya me voy. Dame las llaves del coche.

Rebusqué en mi bolso y saqué las llaves de su coche. Se las di y se fue.

Christian: ¡Qué! ¿La he impresionado?

Yo: Mucho. No suele hablar con chicos de mi edad, sobre todo con chicos tan educados.

Christian: Solo trato de gustar a todo el mundo.

Yo: Pues lo has conseguido.

Llegamos al Starbucks. Yo me pedí un chocolate caliente y él se pidió unas rosquillas de azúcar.

Nos sentamos en una mesa y empezamos a hablar de todo. Me resultó extraña la sensación de poder hablar con tanta confianza a alguien al que apenas conozco.

Christian: Se está haciendo tarde y le prometí a tu madre llevarte pronto a casa.

Yo: Ya soy mayorcita para irme a casa sola.

Christian: Pero no sabes cómo llegar.

Yo: Buen punto. Y, ¿cómo piensas en llevarme a casa? No me digas que ya tienes permiso de conducir…

Christian: No, pero me lo voy a sacar este año.

Yo: ¿Cuántos años tienes?

Christian: 15. En noviembre cumplo 16. ¿Y tú?

Yo: En agosto hago 18. Y también estoy pensando en sacarme el permiso.

Christian: Tienes la misma edad que mi hermana.

Yo: ¿Tienes una hermana?

Christian: Sí. Se llama Caitlin. Estuvo una época saliendo con Justin -¡ése nombre otra vez, no!- Un día de éstos te la presento. Tenéis muchas cosas en común…

Dejé de escuchar lo que me decía, solo le seguí hasta un taxi que nos llevó al hotel y, de allí, él se fue a su casa. Pensé que ya se me había pasado el dolor por lo de hoy, pero no. Cada vez que oigo su nombre, me viene a la cabeza la imagen de ellos dos abrazándose, besándose como si no hubiese nada más en este mundo.

Entonces me di cuenta de que realmente yo le amaba. No porque fuese famoso o rico. Yo le amaba por su forma de hacerme sentir bien, por esa sonrisa, por sus ojos color miel, por todo lo que hacía para ayudar a los demás… Me di cuenta de que le amo demasiado. Pero no puedo hacer nada para tenerle junto a mí.

Él ya tiene novia, y al parecer son muy felices juntos. Yo sería muy egoísta si rompiese esa relación sólo para satisfacer mi egoísmo. No puedo, no podría hacerlo…

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