Me asomé por el pasillo. Mi
casa olía a estrés, a prisas, a nervios, y quizás también a tostadas recién
hechas.
Fui a la cocina y me puse un
cuenco de cereales. Allí estaba mi padre en bata, bebiendo café mientras leía
el periódico…
Yo: Buenos días, papá.
Papá: Buenos días, cielo. ¿Y
tu madre?
Yo: No sé. Supongo que
estará organizando sus cosas.
Papá: Ah, vale.
Allí terminó nuestra
conversación.
Cuando terminé de desayunar,
fui a mi cuarto a recoger las pocas cosas que me quedaban. El resto ya estaba
de camino a Nueva York.
La empresa de mi padre nos
había conseguido una casa de tres pisos, con garaje, piscina y una buhardilla,
que también hace la función de trastero y ático. La casa está a 2000Km de la
cuidad, un poco alejado del resto de la civilización, pero es que mis padres la
pidieron en un lugar tranquilo.
Mi madre está
emocionadísima: ir a Nueva York significa más fiestas, más diversión y menos
trabajo. Ya tiene pensado en contratar a una asistente para que haga las tareas
de casa.
Bueno, pues yo estaba
haciendo mis maletas, cuando alguien llamó a la puerta de mi habitación. Era mi
padre.
Yo: Entra.
Papá: Cielo, quería avisarte
de que hay un pequeño cambio de planes. Me acaban de llamar desde el trabajo,
dicen que no vamos a mudarnos a Nueva York…
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