jueves, 26 de julio de 2012

CAPÍTULO 3:


Me asomé por el pasillo. Mi casa olía a estrés, a prisas, a nervios, y quizás también a tostadas recién hechas.

Fui a la cocina y me puse un cuenco de cereales. Allí estaba mi padre en bata, bebiendo café mientras leía el periódico…

Yo: Buenos días, papá.

Papá: Buenos días, cielo. ¿Y tu madre?

Yo: No sé. Supongo que estará organizando sus cosas.

Papá: Ah, vale.

Allí terminó nuestra conversación.

Cuando terminé de desayunar, fui a mi cuarto a recoger las pocas cosas que me quedaban. El resto ya estaba de camino a Nueva York.

La empresa de mi padre nos había conseguido una casa de tres pisos, con garaje, piscina y una buhardilla, que también hace la función de trastero y ático. La casa está a 2000Km de la cuidad, un poco alejado del resto de la civilización, pero es que mis padres la pidieron en un lugar tranquilo.

Mi madre está emocionadísima: ir a Nueva York significa más fiestas, más diversión y menos trabajo. Ya tiene pensado en contratar a una asistente para que haga las tareas de casa.

Bueno, pues yo estaba haciendo mis maletas, cuando alguien llamó a la puerta de mi habitación. Era mi padre.

Yo: Entra.

Papá: Cielo, quería avisarte de que hay un pequeño cambio de planes. Me acaban de llamar desde el trabajo, dicen que no vamos a mudarnos a Nueva York…

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