Yo: Mmm, sí. Bueno, me tengo
que ir. Todavía no sé a qué hora nos vamos, pero supongo que ya me estarán
esperando.
Tiffany: ¡ESPERA! –eso me
recordó a la típica boda en la que alguien se opone al matrimonio.
Yo: Tranquila, mujer, que
sigo aquí. Ni que me fuese a escapar de un momento a otro…
Ella ignoró mi comentario.
Tiffany: Tengo algo que
darte –se acercó a su mesilla de noche y empezó a buscar en el primer cajón.- Mmm…
dónde lo habré puesto –suiguió rebuscando por el segundo cajón.- A ver, aquí no
está… -se acercó a su escritorio y quitó un montoncito de hojas desordenadas.-
Ah, sí. Mira, aquí está.
Me acerqué con curiosidad
para ver qué es lo que había estado buscando con tanto empeño.
Me enseño dos cajas
idénticas envueltas con un lazo monísimo.
Tiffany: Toma, ésta es la
tuya –dijo dándome una de las cajas. En un lateral tenía escrito BONNIE.
Yo: ¿Para quién es la otra
caja?
Tiffany: Para mí –le dio la
vuelta a su caja para que pudiese ver su nombre escrito en ella.- Ábrelo.
Yo abrí mi cajita y ella
hizo lo mismo con la suya. Dentro había un colgante precioso colgado de una cadena.
Por un lado ponía Tiffany, y por el otro lado había una inscripción:
“ Los buenos amigos son como las estrellas. No siempre los ves, pero
sabes que están ahí ”
Yo: ¡Wow! ¡Es precioso!
¡Déjame ver el tuyo!
Tiffany me acercó su
colgante; vi que por una cara ponía BONNIE y por el otro lado estaba grabada la
misma frase.
Yo: Gracias.
Tiffany: ¿Por qué? –me respondió
con una sonrisa- Es mi deber recordarte allí donde tú estés para apoyarte.
Bueno, no estaré físicamente allí mismo, pero que a pesar de la distancia que
nos separe, siempre estaré a tu lado. ¿Sí?
Yo: Tonta, te adoro. Eres la
mejor –una lágrima recorrió mi mejilla.- ¿Dónde voy a encontrar una amiga como
tú?
Tiffany: Venga, no llores –me
dio un abrazo.- Seguro que harás muchos amigos nuevos.
Yo: Sí, pero ninguno será
como tú. Te voy a echar mucho de menos.
Tiffany: Y yo a ti. Pero
bueno, prométeme que nos llamaremos siempre que podamos y que nunca te vas a
olvidar de mí.
Yo: Mmm… sólo a cambio de
una cosa –la intenté sobornar.
Tiffany: ¿Cuál?
Yo: Tienes que venir a
visitarme siempre que puedas.
Tiffany: Eso está hecho.
Me alegró mucho oír eso.
Pensé que le iba a molestar tener que viajar hasta Estados Unidos solo por un
capricho mío, porque eso no está a la vuelta de la esquina y una se termina
cansando.
Tiffany: Bueno, te tendrás
que ir, ¿no? –dijo, sacándome de mis pensamientos.
Yo: Ehh… Sí, ya me voy. Un
besito. Te quiero.
Buf, qué difícil es
despedirse de una persona, no me había pasado nunca. “Solo se aprecia algo cuando
se pierde”. Ja, qué gran verdad. Nunca había pasado por mi cabeza la idea de
mudarme a otro país, nunca pensé que tendría que decir adiós a todas las cosas
que yo acostumbraba ver y a las que no di importancia.
Fui saboreando cada paso que
daba por la acera hasta llegar a mi casa.
Yo: ¡Ya he vuelto!
Mamá: ¡Ah! ¡Hola, cariño!
Ven, tenemos que informarte sobre los últimos cambios de nuestro viaje.
Yo: Ajá –dije sin muchas
ganas.
Mamá: Bueno, a ver, nuestro
vuelo sale a las 8 de la tarde, tenemos que llegar al aeropuerto a las 6 para
facturar las maletas y todo eso, o sea que salimos de casa a las 5. Volaremos
hacia Atlanta…
Yo: ¿Atlanta? ¿No íbamos a
Nueva York?
Mamá: No. Ahora voy a ello.
Volaremos a Atlanta y nos quedamos en un hotel, ya que todas nuestras cosas
siguen en Nueva York. Ya he reservado habitaciones. Nuestras cosas tardarán un
par de días en llegar a Atlanta. Respecto a nuestra nueva casa, sí, vamos a
vivir en Atlanta. Papá irá a trabajar a Nueva York y volverá los fines de
semana y los festivos para estar con nosotros. El lugar donde vamos a vivir te
va a gustar mucho. La casa está situado en el campo, a las afueras de Atlanta.
Como está muy lejos de la ciudad y de tu colegio, te vamos a comprar un coche…
Yo: ¡¿En serio?! ¡¿De verdad
me vais a comprar un coche?!