Bonnie´s POV
Me desperté una calurosa mañana de sábado. Me acerqué a la ventana y aparté la cortina. Fuera estaba el vecino de al lado cortando el césped. Abrí la ventana y cogí mucho aire. Olía a césped recién cortado. Me gusta ese olor.
Sonreí de oreja a oreja. A partir de hoy voy a olvidarme del pasado y a vivir con alegría el presente.
Me metí en el baño y me miré en el espejo. Veía reflejada a una chica que no supe reconocer. Me di cuenta de que no había dedicado tiempo a mi cuidado personal desde que llegamos a Atlanta.
Abrí todos los cajones del baño y desplegué todos los aparatos que había por el suelo del baño. Algunas eran cosas que traíamos de Londres, y otras eran nuevas, como las tenacillas para rizar el pelo.
Le di forma a mis cejas, me hice unos tirabuzones, me pinté los labios y le di vida a mis ojos. Me pinté las uñas de los pies de rojo, y me hice la manicura francesa en las manos.
Miré la hora: eran las 12.
Mientras se secaban las uñas, decidí llamar a Charlie.
Marqué como pude el número, intentando no estropearme las uñas, y le di a llamar.
Sonó varias veces, pero no me cogió. Volví a llamar.
Charlie: ¿Sí?
Yo: ¿Te acabas de despertar?
Charlie: Ajá…
Yo: ¿Puedes venirte a mi casa?
Charlie: ¿Pero ahora?
Yo: Sí, ahora. Tengo que hablar contigo… -entonces oí la voz de un chico gritar el nombre de Charlie al otro lado del teléfono.
Hubo un ruido; entonces un chico se puso al teléfono y dijo con voz entrecortada que Charlie no se podía poner al teléfono. También oí a Charlie susurrar algo.
Yo: ¿QUÉ HA SIDO ESO?
Charlie: Nada. Te dejo. Adiós –colgó el teléfono.
¿Qué narices había pasado? Me planteé dejar todo como estaba, pero es que tenía que hablar con Charlie. Necesitaba hablar con ella para averiguar si era verdad lo que Jodie me había contado. Al parecer, todas las pistas me decían que todo era cierto.
Bajé al salón y me senté estratégicamente para que no se me estropeasen las uñas de los pies, que aún no se habían secado. Cogí el mando y lo puse en la MTV. Estaban poniendo un programa de madres adolescentes. Eso me recordó muchísimo a mi madre.
Ella es muy joven. Al cumplir los 17 años, se fue de fiesta con sus mejores amigas y un grupo de chicos universitarios que conocían. Fue una noche de alcohol y desenfreno. Mi madre se quedó embarazada. De mí. En esa época, mis padres todavía no estaban saliendo juntos.
Mi madre dejó los estudios temporalmente y se tomó un año sabático.
Nueve meses después nací yo. Y, durante esos nueve meses, mi padre se dio cuenta de que éramos su familia. Así que decidió casarse con mi madre, porque había empezado a surgir algo entre ellos.
Con los años, ese “algo” se hizo más fuerte. Ellos creyeron que se amaban de verdad aunque, al parecer, no es así, porque ya se han vuelto a separar.
Ahora mismo, mi madre tiene 33 años. A veces, más que una madre, es una amiga. Ella me comprende mejor que nadie, tiene la misma mentalidad que yo y sabe exactamente cómo me siento. Yo me alegro de tener una madre como ella. Quizás no lo esté demostrando, pero la quiero muchísimo y haría lo que fuese por ella…
En ese momento, vi a mi madre bajar en bata por las escaleras.
Yo: Buenos días, mamá –dije con una sonrisa.
Mamá: ¡Ah, cielo! ¡Ya estás despierta!
Se acercó a mí, me dio un beso y se sentó a mi lado.
Mamá: Cariño, tengo que contarte una cosa. No sé cómo te lo vas a tomar…
Yo: Tranquila, mamá. Sea lo que sea, puedes contármelo.
Mamá: Vale, allá va… –hizo una breve pausa- ¡ESTOY EMBARAZADA!
Me quedé con la boca abierta. No sabía qué cara poner, si alegrarme o llorar. Así que opté por sonreír.
Yo: Es… es… pero… cómo… -empecé a tartamudear.
Mamá: ¿Es una buena o una mala noticia? –dijo preocupándose ante mi reacción.
Yo: Bueno… no… yo… supongo que es una buena noticia –conseguí decir al final.
Mamá: Me alegro –sonrió mientras se acariciaba suavemente el vientre.
Yo: Y… y… ¿de cuánto tiempo estás… embarazada? –esa palabra se me hacía muy rara ahora y en este contexto.
Mamá: De un mes –no paró de acariciarse el vientre con movimientos circulares.
Hice cálculos mentales. Hace un mes seguíamos en Londres.
Yo: O sea que… que el… bebé… –no tenía muy claro cómo llamarlo- el bebé… es de papá…
Mamá: ¡Pues claro que es de tu padre! ¡Yo no voy por allí teniendo hijos con cualquier hombre!
Yo solté una risa irónica. A mí me tuvo cuando apenas conocía a mi padre…
Yo: Entonces, ¿qué va a pasar ahora?
Mamá: ¿Cómo que qué va a pasar ahora?
Yo: Digo que, si se lo has contado a papá y eso.
Mamá: Había pensado en contárselo, pero he decidido mejor no hacerlo. Él se ha ido para evitar las responsabilidades, y se le digo que estoy embarazada, le estaré obligando a volver conmigo. Y yo no quiero que se sienta obligado…
Yo: Oh, mamá. Te quiero… –dudé un momento antes de continuar- … y a ti también, bebé…
Mi madre sonrió feliz sabiendo que yo aceptaba la idea de tener un hermanito o una hermanita.
Yo también sonreí porque me hacía feliz ver a mi madre feliz.
Estuvimos un rato sonriendo como tontas, sentadas en el sofá, hasta que sonó el teléfono.
Mi madre hizo un gesto de levantarse para ir a contestar, pero la detuve.
Yo: Ya voy yo a cogerlo.
Mamá: Que esté embarazada no significa que no pueda hacer nada…
Le saqué la lengua y de un salto me planté frente al teléfono.
Yo: ¿Sí?
¿?: Te he estado llamando todo el rato al móvil, ¿por qué no has cogido?
Yo: Ehh, ¿quién eres? –era una voz femenina. Me sonaba de algo, pero no conseguía reconocerla.
¿?: ¡Soy yo!
Yo: Eso no me ha aclarado nada…